Odio.


 - Dime, sinceramente, si realmente odias a alguien.
 Levanté la mirada y clavé mis ojos en los suyos.
 - Sólo a una.
 - Una- repitió, claramente impresionado-. ¿Y cómo te las apañas para odiar única y exclusivamente a una sola persona?
 Suspiré.
- El odio es una sensación muy fuerte. Me gusta perdonar, pero a veces, las personas cometen errores irreparables, errores que merecen algo más que un simple silencio.
 Asintió, pero en su fuero interno se mofaba de mi conclusión.
 - ¿Qué emociones y sentimientos forman ese odio?
 - Todo. Los errores, las lágrimas, las esperanzas. ¿Conoce todas y cada una de las sensaciones del ser humano?- asintió-, pues esas son exactamente los tejidos del odio.
 Me miró con despreció y alzó una ceja, alucinado.
 - Todos odiamos a mucha gente. A unos más que a otros, y algunos días son más propensos a ese sentimiento, pero, ¿sabes cuánto rencor y dolor debes guardarle a esa persona para que sea, única y exclusivamente, la odiada por ti misma?- dijo.
 - . Un día deseé que muriera.
 - ¿Cómo fue?- me preguntó.
 - Me sentía mal, y me dirigí a plantarle cara. Odiaba y odio ese maldito rostro y cuerpo que siempre me miran desconsolados. Me acerqué, y le dije; "Ojalá te mueras". Y entonces, me retiré del espejo.
 Sacudió la cabeza, y en ese momento supe que lo comprendió todo. 

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